El lunes negro del caos financiero: ¿Se aproxima una nueva recesión global?

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Edson Miranda | Alumno de la licenciatura en economía de la FES Acatlán 

El pasado 5 de agosto del año 2024, en un giro inesperado, los mercados financieros globales han sido sacudidos por una serie de eventos que han dejado a inversores, analistas y economistas preguntándose si estamos al borde de una nueva recesión global. Desde desplomes históricos en el mercado bursátil hasta señales preocupantes en el ámbito tecnológico y el sector bancario, el panorama actual está repleto de incertidumbre y temor.

El colapso del mercado tecnológico

Una de las historias más impactantes en este escenario es el desplome de Intel, una de las empresas tecnológicas más emblemáticas de Estados Unidos. En el mes de agosto, la compañía ha visto cómo su valor en bolsa se ha reducido en casi un 60%, una cifra realmente alarmante para un gigante de esta magnitud. Esta caída drástica fue acompañada por un mensaje críptico del CEO de Intel en Twitter, quien citó un pasaje bíblico, lo que muchos interpretaron como un reflejo de la desesperación que se siente en las altas esferas corporativas de ese rubro.
El caso de Intel no es aislado. Otras grandes empresas tecnológicas estadounidenses, consideradas hasta hace poco como pilares de la economía global, han sufrido pérdidas significativas. En un solo día, las acciones de estas compañías cayeron entre 4% y 12%, una volatilidad que no se veía desde la crisis financiera de 2008. Las siete empresas de tecnología más relevantes y dominantes del mercado: Alphabet, Amazon, Apple, Meta, Microsoft, Nvidia y Tesla, conocidos como los “Siete Magníficos” perdieron 615.600 millones de dólares aquel lunes de agosto, según datos de S&P Global. Este comportamiento se reflejó en el índice VIX, denominado el "Indicador del Miedo" en Wall Street, que alcanzó niveles alarmantes, similares a los registrados durante la pandemia de COVID-19 y el colapso financiero de 2008.
El caos financiero que se presenció ha desvelado la verdadera naturaleza de la situación en el sector tecnológico. Lo que estamos viendo es, en gran parte, una corrección de mercado que era inevitable. En años recientes, la inteligencia artificial ha sido el centro de atención de manera social y en consecuencia, empresarial, alimentada por un entusiasmo desmedido en torno a nuevas aplicaciones, como los chatbots conversacionales que se han popularizado, entonces, se ha visto como una atractiva fuente de ganancia. Sin embargo, aunque la inteligencia artificial tiene el potencial de revolucionar sectores clave como la ciencia, la medicina y la tecnología, es evidente que estamos ante un proceso que tomará tiempo. Las expectativas de ganancias rápidas y crecimientos exponenciales no se alinean con la realidad, y esto se está reflejando en las caídas en la bolsa de las principales empresas tecnológicas.

El lunes negro: ¿un recordatorio del pasado?

El pasado 5 de agosto bautizado como el "Lunes Negro", un término que remonta a crisis anteriores, los mercados globales se desplomaron, arrastrando consigo a activos de todo tipo, desde acciones y bonos hasta criptomonedas. El caso de Bitcoin es particularmente notable, ya que la criptomoneda más famosa del mundo también sufrió una caída considerable, que hizo recordar a muchos inversores que estos activos, a menudo considerados como refugios seguros en tiempos de incertidumbre, no son inmunes a las turbulencias del mercado, lo cual refleja la vulnerabilidad del mismo.

¿Qué está detrás del caos?

En medio de este caos, han surgido diversas teorías que intentan explicar lo que está ocurriendo. Una de las más comentadas es la del carry-trade japonés, estrategia en la que un inversor toma prestada una moneda que tiene una tasa de interés baja y luego usa ese dinero para comprar otra moneda que ofrece una tasa de interés más alta, el objetivo es aprovechar la diferencia en las tasas de interés para obtener ganancias.

Durante varios años, los inversores han aprovechado los bajos tipos de interés en Japón para financiar inversiones en mercados extranjeros, especialmente en Estados Unidos. Sin embargo, la reciente subida de los tipos de interés en Japón ha encarecido estas deudas, provocando una retirada masiva de fondos que ha contribuido a la volatilidad en los mercados.

Otra teoría resonada es la creación, en tiempos recientes, de una posible burbuja en el sector tecnológico. En la última década, las empresas tecnológicas han sido la columna vertebral de la economía global, impulsadas por innovaciones como la inteligencia artificial (IA) y respaldadas por políticas gubernamentales en diferentes países que fomentan la inversión en este sector. Sin embargo, el acelerado crecimiento de estas compañías, combinado con la valoración excesiva de sus acciones, ha llevado a muchos a preguntarse si estamos ante una repetición de la burbuja de las punto com de principios de los 2000, ocurrida hace 24 años, que aunque parece lejana, encontramos similitudes.

 Fantasmas de la burbuja tecnológica 

La analogía con la burbuja de las punto com realmente no es descabellada. En aquel entonces, la euforia por las startups tecnológicas llevó a una enorme sobrevaloración de empresas sin modelos de negocio viables, lo que resultó en un colapso devastador. Hoy en día, algunos analistas sugieren que la inteligencia artificial podría estar generando un “hype” similar, con inversiones excesivas en proyectos que aún no han demostrado su capacidad para generar los ingresos esperados.

El caso de la empresa Nvidia, constituye un buen ejemplo para ilustrar lo que he planteado. En solo tres años, su valor en bolsa se multiplicó por seis, generando beneficios extraordinarios a sus empleados, debido a que muchos de los trabajadores recibieron acciones como parte de su salario. Pero, tengamos en consideración que la rápida apreciación del valor de las acciones en un contexto de altos tipos de interés ha planteado serias preguntas sobre la sostenibilidad de este crecimiento. Ahora, la empresa enfrenta un problema de retención de talentos, ya que algunos empleados, habiendo acumulado fortunas, decidieron retirarse de la empresa en cuestión.

El riesgo del endeudamiento 

Otro factor relevante es el alto nivel de endeudamiento en la bolsa estadounidense. El endeudamiento excesivo suele ser un precursor de grandes correcciones del mercado, como ocurrió durante la crisis de las punto com y la recesión de 2008. En el contexto actual, este endeudamiento ha sido facilitado en parte por el carry-trade japonés, no obstante, la reciente subida de los tipos de interés en Japón ha roto este ciclo, encareciendo las deudas y provocando una retirada masiva de fondos que podría desencadenar una corrección aún mayor en los mercados.

El rol de la geopolítica en la incertidumbre global

A medida que los agentes que participan en los mercados financieros y luchan por encontrar estabilidad, el entorno geopolítico añade una capa adicional de incertidumbre. Las tensiones en Oriente Medio, las amenazas de conflicto en Asia y la incertidumbre en torno a las elecciones presidenciales en Estados Unidos configuran un caldo de cultivo propicio para una crisis económica global.
Una probable segunda victoria de Donald Trump en las próximas elecciones estadounidenses ha generado preocupación entre los inversores extranjeros e inclusive nacionales. Su postura proteccionista y su impacto en las alianzas internacionales podrían desestabilizar aún más los mercados, provocando mayor volatilidad y riesgo del observado en los últimos años.


¿Estamos al borde de una nueva recesión global?

La pregunta que todos se están haciendo es: ¿estamos al borde de una nueva recesión global? La combinación de una posible burbuja tecnológica, un endeudamiento peligroso y un entorno geopolítico incierto ha creado una tormenta perfecta que podría llevarnos crear un pensamiento colectivo de miedo a una futura recesión.
Este tipo de desplomes no son indicativos de una crisis económica profunda, sino de un sistema que se encuentra en un estado de desequilibrio constante, donde los especuladores son los verdaderos responsables de la volatilidad que observamos.
Desde aquel día fatídico, la situación ha comenzado a estabilizarse, y la narrativa del apocalipsis financiero que muchos querían vender se ha desvanecido. No estamos ante el inicio de una crisis grave, sino ante un aviso de los problemas estructurales que siguen latentes en el mercado. La caída de empresas como Intel y Nvidia no es un indicio de un reajuste real, sino de una corrección superficial en un entorno financiero que sigue sobrecargado por años de especulación desenfrenada. A pesar de los ajustes aparentes, el sistema no permite una verdadera objetividad en las expectativas y valoraciones, ya que la especulación ha inflado las magnitudes nominales mucho más allá de la base real de la economía, y las distorsiones persisten sin un cambio estructural profundo.

 ¿Realmente esto afecta a las empresas? 

Los especuladores, siempre a la caza de beneficios rápidos, amplifican estos movimientos de mercado, creando una sensación de catástrofe que en realidad no se sostiene en el tiempo. Efectivamente, las empresas han perdido valor en bolsa, y sí, esto afecta sus operaciones en el corto plazo. Pero estas caídas no son el fin del mundo. De hecho, desde que estos eventos ocurrieron, hemos visto una cierta regulación y ajuste en los mercados. Las empresas, aunque golpeadas, no están al borde del abismo, y la economía global sigue adelante, aunque con los inevitables baches en el camino.

El verdadero problema aquí no es una recesión inminente, sino un sistema que permite que el miedo y la especulación gobiernen los mercados. En lugar de temer a estas caídas, deberíamos verlas como un síntoma de un mercado que, aunque desequilibrado, aún tiene la capacidad de corregirse. El costo del endeudamiento puede haber aumentado, pero esto no significa el fin de las grandes corporaciones. Es una llamada de atención, una advertencia de que necesitamos un enfoque más equilibrado y menos influenciado por las oscilaciones especulativas para mantener la estabilidad en un mundo financiero cada vez más volátil.

La Deuda Estadounidense ¿El Verdadero Riesgo?

El creciente problema de la deuda en Estados Unidos es una señal clara de un sistema económico que se tambalea. Cuando Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, advirtió al inicio del año sobre la insostenibilidad de la deuda pública, dejó claro que el país está en un camino peligroso. Con una deuda que ya supera los 34 billones de dólares, lo que equivale a un 24.5% más que el PIB, nos encontramos ante una situación que no puede ser ignorada. Todos los días, una nación de la magnitud económica hegemónica como los Estados Unidos gasta miles de millones solo en intereses, y esta carga no hace más que crecer.

Las causas son notables: una población envejecida que exige más recursos, un sistema de salud que es insostenible y un sistema fiscal que no recauda lo suficiente. Todos estos factores han creado un desequilibrio peligroso entre los ingresos y los gastos, aumentando la deuda año tras año.

Este no es solo un problema de números, sino un indicio de un futuro incierto. Si el gobierno sigue destinando recursos al pago de una deuda descontrolada, sacrificando inversiones cruciales, el país podría estar encaminándose hacia una crisis que pondría en jaque su posición como potencia económica mundial. La creciente deuda es más que una carga financiera; es un aviso de que el poder de Estados Unidos en el escenario global podría estar en declive.

 Y ahora, ¿a dónde ver? 

La reciente subida de los tipos de interés en Japón, aunque dolorosa para muchos, era más que necesaria. Los mercados se habían sobrevalorado, inflados por un crédito barato que distorsionó los valores reales. Esta corrección era inevitable y, aunque está generando turbulencias a corto plazo, es un paso esencial hacia un equilibrio más sostenible. Sin embargo, mientras algunos ven esto como una simple corrección del mercado, hay que preguntarse sobre los efectos más amplios, especialmente en un contexto de economía de guerra, que tiende a ser dañina para la estabilidad global y alimenta aún más la incertidumbre económica. El sector financiero, por su parte, está lleno de contrastes. Por un lado, tiene el potencial de inyectar capital en sectores productivos, promoviendo el crecimiento y la innovación; por el otro, cuando se sobreexpone, como ha ocurrido con el crédito barato, puede desestabilizar economías enteras, erosionando el capital social. Aquí surge una pregunta crucial: ¿por qué seguir nutriendo al capital financiero cuando podríamos redirigir esos recursos al capital social, que beneficia a las comunidades y al bienestar a largo plazo? En lugar de priorizar la especulación, deberíamos buscar fortalecer el tejido social y económico en un sentido más amplio.

La sobrecontratación de gigantes tecnológicos como Google, Meta, Microsoft e Intel durante la pandemia es un claro ejemplo de los excesos que puede generar este tipo de dinámica financiera. Con la caída en las ventas de productos tecnológicos debido a los altos precios, las reducciones de plantilla han sido inevitables. Incluso Apple, que parecía inmune a las fluctuaciones del mercado, ha tenido que enfrentarse a esta realidad. No obstante, más allá de la corrección saludable en el sector tecnológico, lo que verdaderamente debería preocuparnos es la hegemonía unipolar que Estados Unidos ha mantenido por décadas.

Este sistema unipolar, en el que Estados Unidos toma decisiones globales en función de sus propios intereses, está mostrando señales de desgaste. La creciente deuda estadounidense es solo uno de los síntomas de un sistema en desequilibrio. Una recesión en esa economía podría tener consecuencias mucho más profundas y duraderas que el ajuste tecnológico que estamos presenciando. Por ello, la verdadera incertidumbre proviene de la fragilidad de este sistema financiero y de un modelo económico que sigue priorizando el capital financiero sobre el capital social.

ChatGPT. (2024, octubre 7). Una escena dramática financiera que combina empresas tecnológicas y el mercado bursátil en caída. Imagen generada por IA a partir de una conversación en la plataforma ChatGPT.

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